miércoles, 8 de agosto de 2007

Hermanos Grimm y Planetas Pensantes (por César)

Me estoy poniendo medio cinéfilo últimamente. Empecé con los celulares mutantes y ahora voy seguir con aventuras legendarias.

¿Nos hace mal el pensamiento mágico? Pero aun más que eso, ¿es malo creer en hadas, héroes, princesas, brujas y todo eso?


El otro día volví a ver la película "Hermanos Grimm", de Terry Gilliam. Los hermanos representaban la dicotomía que ha dividido por siglos a la Humanidad: el idealista, fantasioso y soñador (hermano Grimm nº1) versus el materialista, cínico y pesimista (hermano Grimm nº2). Ambos con su respectiva visión de mundo deben enfrentar a una poderosa bruja -bien por Mónica Belucci- y echar mano al amor filial para salir bien librados. Jakob, el hermano soñador, aprovecha de recopilar todo lo que ve y le cuentan...creando la colección de cuentos clásicos que todos conocemos hasta el día de hoy; Caperucita Roja y un largo, etcétera. La moraleja final de la peli es la siguiente: Aunque seamos crédulos, soñadores, escépticos o cínicos, vivimos en un mundo lleno de narraciones fantásticas. Ojo, dije narraciones y no hechos. Todos los días la gente nos cuenta historias de primera, segunda y tercera mano, sobre fantasmas, sueños premonitorios, ovnis, duendes, milagros y encantamientos. Ante estos narradores podemos tomar dos posiciones. Phillip Klass, el gran escéptico y refutador de la mitología ovni, desconfiaba de los testigos porque había pillado demasiados mentirosos, o gente bien intencionada que había malinterpretado un estímulo X. En el otro extremo (lamento plantear esto como si fuese una pelea de box) tenemos a Joseph Felser, antropólogo y filósofo, para quien la experiencia mágica (dígase por ejemplo "vi al fantasma de mi madre a los pies de mi cama") es siempre una experiencia esencialmente personal -todas son personales- e intransferible, por lo que tratar de convencer a la familia y amigos de que sucedió es una perdida de tiempo. Más aún con un psicólogo o psiquiatra dispuesto a despachar el relato en cinco segundos como una alucinación.

En el fondo, lo que quiero decir es lo siguiente: si usted cree en duendes y espera no morir antes de ver uno, eso nos dice algo de usted y su personalidad, pero también nos informa sobre una creencia fuertemente arraigada en las narraciones inmemoriales humanidad. Crea, si elige creer, porque al hacerlo sólo esta repitiendo una forma de pensar milenaria. Eso sí, cuídese de los farsantes que lo lleven a una carpa y le cobren 20.000 maravedíes por ver a un enano disfrazado de duende en la semipenumbra. Así no funciona la cosa.


Chuta, verdad que iba a hablar de otra película, me había olvidado. Me refiero a "Solaris", cualquiera de las dos, la de Tarkovski o la de Sodenbergh, para el caso da lo mismo. El nombre Solaris hace referencia a un planeta cubierto por un océano pensante. La cosa es que este océano -que no sabemos si es autoconsciente- hace que los humanos que se acerquen se desquicien un poco, incluso llevándolos al suicidio.


¿Y qué tal si la Tierra funciona del mismo modo? Sabemos tan poco aún. ¿Qué tal si lo que conocemos como fenómenos anómalos tiene un origen geológico, tectónico? ¿Un fenómeno natural desconocido que en contacto con la mente humana genera los ya citados fantasmas, ovnis, duendes y sueños? Esta teoría no es nueva.

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