1.- El Caso de Maritza A.
Equipo: Gianfranco, César
Este caso lo debía hace tiempo. Todo comenzó cuando en la fenecida web Bitacora una chilena que dejaba sólo sus iniciales dejó este escalofriante testimonio, el que luego agregué a la "Guía Mágica" casi como un mensaje en la botella:
"En el año 1996, llegamos a vivir al 4º piso de un moderno condominio en la comuna de San Miguel, en Santiago de Chile, mis tres hermanas, mis padres y yo. Durante nuestra estadía allí, fuimos testigos, todos los miembros de mi familia, de la visión de sombras claras y otras veces oscuras, pasar raudas por todo nuestro departamento, sin saber a ciencia cierta de qué se trataba. Pensamos que eran tal vez los reflejos de los automóviles que pasaban por la calle y filtraban, incluso de día, la luz por los ventanales; pero no pasó mucho tiempo hasta que mi hermana, la siguiente a mí (yo soy la mayor), nos contó que durante la noche, despertó de pronto, sin motivo aparente, y vio cruzar por la puerta de su dormitorio a un niño pequeño, el cual se la quedó observando por unos instantes, le sonrió y luego entró al baño de su dormitorio, a través de la puerta cerrada, desapareciendo. Y así dejamos pasar el asunto pues no sabíamos qué pensar.
Ella (mi hermana) es una mujer muy inteligente, auditora universitaria y nada dada a las fantasías.
Un par de años después me casé, tuve un hijo y con mi esposo nos cambiamos a vivir al 1º piso del mismo condominio, pues deseaba que mi madre cuidara de mi pequeño. Extrañamente, en cuanto nos mudamos, comenzamos a ver las mismas sombras cruzar raudas por todo el departamento, sólo que, en este departamento, los ventanales no daban a la calle si no que, por el contrario, se situaban frente al patio de dos residencias que tenían una altura bastante alta. Imposible, por tanto, que reflejaran cualquier tipo de luz. Una noche que mi esposo se encontraba fuera de la ciudad, me sentí bastante incómoda y me resultaba imposible conciliar el sueño. Comencé a tener una sensación de fiebre y a oír voces en mis oídos. Me asusté mucho; no sabía qué me sucedía. Las voces se burlaban de mí. No pude dormir. Estuve así hasta que mi esposo estuvo de vuelta, de hecho, no tuve ninguna enfermedad que justificara la desagradable sensación de aquella noche.
En realidad nunca estuvimos cómodos viviendo allí. Solíamos tener esas impresiones de incomodidad, peleábamos por todo, incluso se nos rompía todo tipo de objetos que se hacían trizas casi sin tocar. Por otro lado, desde que nos cambiamos, mi madre sufría constantemente del corazón y solía subirle la presión al punto que tuvimos que contratar un servicio médico que la atendiera de urgencia las 24 hrs. para estabilizarla. A veces la dejaban en el hospital. Fue una época bastante difícil. Entonces, la noche de un jueves de mediados del año pasado (2000), acostada con mi esposo y mi pequeño en la misma cama, apagué la luz y me dispuse a acomodarme de lado, como es mi costumbre, cuando vi parado, justo a mi lado, a un hombre que me cubrió la boca con la mano. Pensé que había entrado a robar. Aunque me horroricé, como mi temperamento es osado, me zafé de su mano y comencé a gritar. Mi esposo encendió la luz y trató de tranquilizarme, entonces me di cuenta que no había nadie allí. Me sentí avergonzada y muy confundida.
Exactamente una semana después, al jueves siguiente, sucedió lo más incomprensible. No había sido un buen día, y, para variar, mi esposo y yo teníamos problemas y discutíamos por todo. Fue tanto que me acosté sumida en lágrimas y tristeza. Alrededor de las 10 de la noche, cuando yo ya me había tranquilizado, me levanté y fui hasta el living a buscar a mi pequeño, que estaba jugando con mi esposo, con el propósito de acostarlo pues ya era tarde para él. Fue en ese momento cuando, de súbito, apareció ante mí la figura de una pequeña de unos seis u ocho años de edad, que, saliendo de la puerta de la cocina, recorrió el pasillo hasta su final, donde está el baño, y desapareció. Esta pequeña avanzó caminando como uno más de nosotros, a vista y paciencia de mi esposo, de mi hijo y de mí, dejándonos atónitos. No sabría decir cuanto tiempo duró esta aparición; fue como un corte en el tiempo. La pequeña nos ignoraba, llevaba una enagüita blanca, transparente, y me dio la impresión de que estaba muy apenada. Seguramente nunca sabré el porqué. Mi hijito entonces comenzó a llorar y no se detuvo hasta casi una hora después, cuando lo subimos al 4º piso, donde está mi madre, y logramos tranquilizarlo. Al día siguiente, mi esposo y yo decidimos no hablarle a nadie al respecto, pues faltaba poco para que nos entregaran nuestra casa nueva y nos iríamos de allí. Por otro lado, ¿quien nos iba a creer? Seguramente la gente pensaría que estábamos mintiendo o que nos habíamos vuelto locos. Por la condición médica de mi madre, mis hermanas decidieron comprar también una casa en el lugar donde yo iba. Tuve pesadillas constantemente con el hombre y la niñita. Cuando llegó el momento de la mudanza, en algún instante en que mi madre y mis hermanas me ayudaban, les conté lo sucedido. Entonces mi madre se atrevió a contarnos lo que ella había estado sufriendo. Nos contó que en su departamento pasaba por el pasillo una joven que también la miraba y le sonreía para luego desaparecer. En otro momento veía niños que le tocaban sus faldas como queriendo que los tomara. He ahí la razón de su debilitamiento y sus problemas de presión. Mis hermanas vieron, en más de una ocasión, niños con la misma actitud risueña y el mismo ritual de entrar al baño. Explicación no tenemos. Llama la atención, en todo caso, la cantidad de personas que se mudan de ese edificio. La gente se muda a toda prisa. Desde que nos mudamos, en octubre de 2000, en nuestras nuevas casas no hemos tenido problemas hasta el día de hoy. No vemos sombras ni nada parecido. Afortunadamente llevamos una vida tranquila y, pese a los problemas, mi esposo y yo no hemos vuelto a discutir nunca más como lo hacíamos en aquel departamento. Mi madre no ha ocupado los servicios médicos. Sólo me resta decir que esta es la legítima verdad; que estos hechos son verdaderos y que prometí a mi esposo no revelarlos jamás, pues es un ingeniero geomensor, alto ejecutivo de una empresa de topografía. Por eso no puedo colocar nuestros nombres. Espero comprendan, pero no podía perder tampoco la oportunidad de entregar al resto de las personas estos hechos. Sólo puedo decir que nosotros sí creemos en los fantasmas".
Como el mundo es chico, y Chile más aún, Maritza dio con mi libro, llamó a la editorial y la editorial me dio su mail. Nos meiliamos, nos llamamos y quedamos de juntarnos.
Maritza vivía años después en una floridana villa, en cuya casa nos recibió amablemente a Gianfranco, a mi esposa, la Andrea, y a mí.
Primera impresión: una casa iluminada, con una pequeña fuente de agua accionada por electricidad en medio del living y una estatua de San Miguel Arcangel en la entrada, sí el mismo que derrotará al Cachudo en el fin de los tiempos.
Primera sorpresa: El problema no era el depa de San Miguel, pues las apariciones habían continuado en la bucólica villa floridana, con igual intensidad y en variedades más diversas. Maritza y su esposo habían vivido en otra casa dentro de la villa, pero por la intensidad de las apariciones (hombres de negro, aves que desaparecían en segundos, perros) y la "mala onda" que sentían ellos como pareja los hicieron mudarse, cual Amityville criollo, a otra propiedad relativamente cerca de ahí. En la nueva casa las apariciones habían amainado, intervención de un cura mediante y otras mancias anti-espectros. Pedimos conocer la casa antigüa. La fotografiamos y conversamos larga y amablemente con Maritza y su marido. Nos contaron los sufrimientos que habían pasado bajo ese techo, en una mezcla de locura entre sus propios conflictos de pareja y apariciones de seres de todas formas y calañas... sin embargo los dos más llamativos son sin embargo El hombre de la escalera y los pájaros que existían algunos segundos, para luego desaparecer.
En la conversación con el marido de Maritza, nos contó que en la casa de su suegra -que también habitaba la villa- las apariciones eran pan de cada día, incluido un hombre alado, de cuyas extremidades voladoras colgaban esferitas como huevos. Una locura. Pero no para los que conocemos al hombre Buho de Cornualles en Inglaterra... ¿coincidencia?
A la vuelta, en la actual casa de Maritza pudimos disfrutar un rico jugo de damasco, que nos alivió aquella calurosa tarde de enero. Conversamos con ellos dándonos cuenta que querían dejar esa etapa de su vida atrás, sin buscar ningún tipo de figuración. Sin embargo, nos dieron todas las facilidades para poder visitar la casa nuevamente y el departamento de El Llano, donde los fenómenos habían comenzado. Pudimos ver también su su biblioteca donde campeaban libros del gran Scott Rogo, junto a delirantes textos de tarot y ciencias ocultas.
Conclusiones preliminares:
- Maritza y su marido distan -a pesar de que CREO que vieron lo que vieron- de ser testigos "vírgenes", ya que poseen una vasta experiencia y bibliografía de ciencias ocultas y demonología. ¿Compraron estos libros para tratar de entender lo que les sucedía, o a consecuencia de estos libros empezaron a malinterpretar estímulos naturales? El eterno dilema del huevo y la gallina.
- La madre de Maritza es una poderosa influencia en sus hijas, y de algún modo siempre las apariciones se han dado con ella cerca. Para la veterana los espectros son pan de cada día, y daría para una investigación aparte.
- El enclave donde está ubicada la villa es Lo Cañas, emplazamiento conocido por ser lugar "maldito", donde ocurrieron hechos de sangre en la revolución de 1891 y donde se han reportado ovnis desde hace mucho tiempo... ¿es Lo Cañas un punto "Solaris"?
- Grande fue mi sorpresa al revisar con detenimiento las fotos tomadas ese día. En una de ellas aparecía dentro del horno de la cocina, mirando coquetamente hacia mí... el famoso perrito fox terrier que maritza decía que aparecía en la antigüa casa. En otra foto se ve un verdadero festival de rostros en una de las ventans de la casa, cuando apunté con el flash hacia uno de los vidros del segundo piso.
¿Por qué no están estas fotos publicadas aquí? Porque por primera vez pierdo por un error de manipulación fotos en mi cámara... ¡El Burlador pues caramba!
- Es mi convencimiento que el lugar es un "enclave Solaris", hay mucha energía ahí, cerca de la precordillera... eso es potenciado por la madre de Maritza que actúa de algún modo como catalizador, fabricando este verdadero espectáculo de abominaciones de toda especie.
Agradezco las atenciones de las que Gianfranco, Andrea y yo, fuimos colmados en casa de esta pareja, que parece estar saliendo de una pesadilla de años. San Miguel Arcangel efectivamente cuide su hogar.
2.- Cementerio Católico III
Equipo: César
El Gonza es el típico periodista de matinal. Con tal de lograr cumplir el jueves en la mañana con la sección paranormal del matinal del canal nacional, le da lo mismo que sea una vieja que amanece con la polución nocturna de un duende todos lo días -cosa que convierte al marido de la señora en un cornudo paranormal- o un cementerio deslavado en la noche, acompañado del experto paranormal de turno, en este caso: yo.
Es así como nos juntamos una calida noche de diciembre en el Cementerio Católico con él, sus asistentes y camarografo, y el celeberrimo viejito demonólogo -gran valor- Hugo Zepeda. Representando al Cementerio Católico, Carmen Retamal, el legendario guardia del camposanto, JT, y quien escribe.
El recorrido empezó mal. El Gonza confundió una estatua con un espectro y corrió gritando un buen trecho en total oscuridad. Segundo intento, nos detenemos en la tumba de un tal Reyes, cuyas rosas de marmol asemejan ajos, por lo cual para Zepeda la conclusión es obvia: Aquí hay un vampiro.
Al JT se le "calienta el hoci" y agrega que el ataúd de Reyes está amarrado con cadenas y que hay un vitral con esqueletos. Gonza y Zepeda entran en paroxismo total. Shit. Mejor me quedo callado, porque veo que Carmen cada vez más ve que la imagen del cementerio se va a las pailas. Es que no sabe que al público de la mañana le gusta el espanto y la maravilla, nada de arte y esas guevás...
Bueno, el resto del recorrido es entretenido; no deja de ser bueno hablar del fantasma de la "señora de negro" en el lugar donde supuestamente aparece... el oportuno JT agrega que al menos hay tres reportes de testigos sobre la aparición de esta guía espectral, no deja de ser interesante.
La joya de la noche la provee JT: En un momento recibe una transmisión de un walkie talkie de otro guardia, aunque no hay voz, solo interferencia. El problema es que no hay otro guardia. Todos están con nosotros en ese momento. ¿Quién se coló en el walkie talkie de JT? Misterio... al fin y al cabo no fue un mal día, o mejor dicho, una mala noche de cementerio.
Cuatro meses después la señora del almacén me dice que me vio en la tele.... tranquilo papá... soy famoso por 15 minutos.
3.- Retorno a la Endemoniada de Huechuraba
Equipo: Patricio, César
Uno de los Gonza boys, la Marijó para ser precisos, me llama de urgencia: no hay historia que contar para este jueves en el matinal. Trajino mi averiado mesocortex tratando de recordar alguna buena historia que se pueda hacer rápido... sin sacar ninguna de las que guardo celosamente para la "guía mágica 2". Recuerdo el caso de Nancy Fuentes, Aka Nancy Urquieta, Aka Nancy Cid. Llamo al Pato para que me acompañe, con mucha dificultad recordaría cómo llegar a la embrujada población Juanita Aguirre, epicentro de hombres pájaro, gargolas y exorcismos.
A las 20:00 en punto llega el móvil de canal nacional, arriba el Gonza y su equipo, un mozalbete en práctica de comunicación audiovisual, un viejo camarógrafo descreído que ha acompañado por años a noteros paranormales en sus delirios y el chofer.
El Pato -por suerte- recuerda con precisión milimétrica el lugar donde queda la población Juanita Aguirre, es más, recuerda hasta el nombre de Astrid, la amiga de una de las hijas de Nancy, que recuerda aún cómo caían gusanos de la nada y cómo la historia de Nancy aterrorizó a toda la villa... nos enteramos de malas noticias: Astrid no está en su casa y el viejo diácono de la época de la capilla San Juan Capistrano, ha fallecido.
No hay masa crítica para armar una historia. Si no reunimos al menos tres testigos no habrá programa. La gente mira extrañada a este singular grupo que se pasea por las calles de la villa encantada. Yo llamo desesperadamente a Raúl y Liliana Nuñez, a ver si me dan datos para ubicar al hombre clave: Osvaldo Muray, aquel viejo periodista que ha transformado Santiago Norte en el nuevo Salem.
Sólo me dan pistas, un mail y un celular que no responde.
Vamos al viejo bar de la pobla, la dueña, desdentada señora entrada en años, recuerda todo, pero nos advierte que los habitantes de la villa han cambiado, y que quedan muy pocos de 1991. Es más, el vecino de Nancy Fuentes, un suboficial Fach, ahora devenido en un manicero llamado el "Cheno" acaba de salir del bar hace quince minutos. Tengo la tentación de ir a buscarlo junto al Pato, pero el Gonza ya está pensando en que ha perdido una hora y aún no tiene su historia armada. Se nota, conozco cómo funciona la tele.
Nos vamos raudos hacia 2007 en la Van del canal nacional. El Gonza piensa en qué historia hará el jueves, algo rápido y sin muchas complicaciones. El Pato piensa en su prueba de mañana. Yo pienso en lo rápido que pasa todo, y que una magnífica historia de demonios y exorcistas pasará a ser leyenda en unos cuantos años, y que fantasía, olvido y realidad quedarán atados y nadie sabrá qué pasó en verdad en Quilicura en el año de 1991.
Equipo: Gianfranco, César
Este caso lo debía hace tiempo. Todo comenzó cuando en la fenecida web Bitacora una chilena que dejaba sólo sus iniciales dejó este escalofriante testimonio, el que luego agregué a la "Guía Mágica" casi como un mensaje en la botella:
"En el año 1996, llegamos a vivir al 4º piso de un moderno condominio en la comuna de San Miguel, en Santiago de Chile, mis tres hermanas, mis padres y yo. Durante nuestra estadía allí, fuimos testigos, todos los miembros de mi familia, de la visión de sombras claras y otras veces oscuras, pasar raudas por todo nuestro departamento, sin saber a ciencia cierta de qué se trataba. Pensamos que eran tal vez los reflejos de los automóviles que pasaban por la calle y filtraban, incluso de día, la luz por los ventanales; pero no pasó mucho tiempo hasta que mi hermana, la siguiente a mí (yo soy la mayor), nos contó que durante la noche, despertó de pronto, sin motivo aparente, y vio cruzar por la puerta de su dormitorio a un niño pequeño, el cual se la quedó observando por unos instantes, le sonrió y luego entró al baño de su dormitorio, a través de la puerta cerrada, desapareciendo. Y así dejamos pasar el asunto pues no sabíamos qué pensar.
Ella (mi hermana) es una mujer muy inteligente, auditora universitaria y nada dada a las fantasías.
Un par de años después me casé, tuve un hijo y con mi esposo nos cambiamos a vivir al 1º piso del mismo condominio, pues deseaba que mi madre cuidara de mi pequeño. Extrañamente, en cuanto nos mudamos, comenzamos a ver las mismas sombras cruzar raudas por todo el departamento, sólo que, en este departamento, los ventanales no daban a la calle si no que, por el contrario, se situaban frente al patio de dos residencias que tenían una altura bastante alta. Imposible, por tanto, que reflejaran cualquier tipo de luz. Una noche que mi esposo se encontraba fuera de la ciudad, me sentí bastante incómoda y me resultaba imposible conciliar el sueño. Comencé a tener una sensación de fiebre y a oír voces en mis oídos. Me asusté mucho; no sabía qué me sucedía. Las voces se burlaban de mí. No pude dormir. Estuve así hasta que mi esposo estuvo de vuelta, de hecho, no tuve ninguna enfermedad que justificara la desagradable sensación de aquella noche.
En realidad nunca estuvimos cómodos viviendo allí. Solíamos tener esas impresiones de incomodidad, peleábamos por todo, incluso se nos rompía todo tipo de objetos que se hacían trizas casi sin tocar. Por otro lado, desde que nos cambiamos, mi madre sufría constantemente del corazón y solía subirle la presión al punto que tuvimos que contratar un servicio médico que la atendiera de urgencia las 24 hrs. para estabilizarla. A veces la dejaban en el hospital. Fue una época bastante difícil. Entonces, la noche de un jueves de mediados del año pasado (2000), acostada con mi esposo y mi pequeño en la misma cama, apagué la luz y me dispuse a acomodarme de lado, como es mi costumbre, cuando vi parado, justo a mi lado, a un hombre que me cubrió la boca con la mano. Pensé que había entrado a robar. Aunque me horroricé, como mi temperamento es osado, me zafé de su mano y comencé a gritar. Mi esposo encendió la luz y trató de tranquilizarme, entonces me di cuenta que no había nadie allí. Me sentí avergonzada y muy confundida.
Exactamente una semana después, al jueves siguiente, sucedió lo más incomprensible. No había sido un buen día, y, para variar, mi esposo y yo teníamos problemas y discutíamos por todo. Fue tanto que me acosté sumida en lágrimas y tristeza. Alrededor de las 10 de la noche, cuando yo ya me había tranquilizado, me levanté y fui hasta el living a buscar a mi pequeño, que estaba jugando con mi esposo, con el propósito de acostarlo pues ya era tarde para él. Fue en ese momento cuando, de súbito, apareció ante mí la figura de una pequeña de unos seis u ocho años de edad, que, saliendo de la puerta de la cocina, recorrió el pasillo hasta su final, donde está el baño, y desapareció. Esta pequeña avanzó caminando como uno más de nosotros, a vista y paciencia de mi esposo, de mi hijo y de mí, dejándonos atónitos. No sabría decir cuanto tiempo duró esta aparición; fue como un corte en el tiempo. La pequeña nos ignoraba, llevaba una enagüita blanca, transparente, y me dio la impresión de que estaba muy apenada. Seguramente nunca sabré el porqué. Mi hijito entonces comenzó a llorar y no se detuvo hasta casi una hora después, cuando lo subimos al 4º piso, donde está mi madre, y logramos tranquilizarlo. Al día siguiente, mi esposo y yo decidimos no hablarle a nadie al respecto, pues faltaba poco para que nos entregaran nuestra casa nueva y nos iríamos de allí. Por otro lado, ¿quien nos iba a creer? Seguramente la gente pensaría que estábamos mintiendo o que nos habíamos vuelto locos. Por la condición médica de mi madre, mis hermanas decidieron comprar también una casa en el lugar donde yo iba. Tuve pesadillas constantemente con el hombre y la niñita. Cuando llegó el momento de la mudanza, en algún instante en que mi madre y mis hermanas me ayudaban, les conté lo sucedido. Entonces mi madre se atrevió a contarnos lo que ella había estado sufriendo. Nos contó que en su departamento pasaba por el pasillo una joven que también la miraba y le sonreía para luego desaparecer. En otro momento veía niños que le tocaban sus faldas como queriendo que los tomara. He ahí la razón de su debilitamiento y sus problemas de presión. Mis hermanas vieron, en más de una ocasión, niños con la misma actitud risueña y el mismo ritual de entrar al baño. Explicación no tenemos. Llama la atención, en todo caso, la cantidad de personas que se mudan de ese edificio. La gente se muda a toda prisa. Desde que nos mudamos, en octubre de 2000, en nuestras nuevas casas no hemos tenido problemas hasta el día de hoy. No vemos sombras ni nada parecido. Afortunadamente llevamos una vida tranquila y, pese a los problemas, mi esposo y yo no hemos vuelto a discutir nunca más como lo hacíamos en aquel departamento. Mi madre no ha ocupado los servicios médicos. Sólo me resta decir que esta es la legítima verdad; que estos hechos son verdaderos y que prometí a mi esposo no revelarlos jamás, pues es un ingeniero geomensor, alto ejecutivo de una empresa de topografía. Por eso no puedo colocar nuestros nombres. Espero comprendan, pero no podía perder tampoco la oportunidad de entregar al resto de las personas estos hechos. Sólo puedo decir que nosotros sí creemos en los fantasmas".
Como el mundo es chico, y Chile más aún, Maritza dio con mi libro, llamó a la editorial y la editorial me dio su mail. Nos meiliamos, nos llamamos y quedamos de juntarnos.
Maritza vivía años después en una floridana villa, en cuya casa nos recibió amablemente a Gianfranco, a mi esposa, la Andrea, y a mí.
Primera impresión: una casa iluminada, con una pequeña fuente de agua accionada por electricidad en medio del living y una estatua de San Miguel Arcangel en la entrada, sí el mismo que derrotará al Cachudo en el fin de los tiempos.
Primera sorpresa: El problema no era el depa de San Miguel, pues las apariciones habían continuado en la bucólica villa floridana, con igual intensidad y en variedades más diversas. Maritza y su esposo habían vivido en otra casa dentro de la villa, pero por la intensidad de las apariciones (hombres de negro, aves que desaparecían en segundos, perros) y la "mala onda" que sentían ellos como pareja los hicieron mudarse, cual Amityville criollo, a otra propiedad relativamente cerca de ahí. En la nueva casa las apariciones habían amainado, intervención de un cura mediante y otras mancias anti-espectros. Pedimos conocer la casa antigüa. La fotografiamos y conversamos larga y amablemente con Maritza y su marido. Nos contaron los sufrimientos que habían pasado bajo ese techo, en una mezcla de locura entre sus propios conflictos de pareja y apariciones de seres de todas formas y calañas... sin embargo los dos más llamativos son sin embargo El hombre de la escalera y los pájaros que existían algunos segundos, para luego desaparecer.
En la conversación con el marido de Maritza, nos contó que en la casa de su suegra -que también habitaba la villa- las apariciones eran pan de cada día, incluido un hombre alado, de cuyas extremidades voladoras colgaban esferitas como huevos. Una locura. Pero no para los que conocemos al hombre Buho de Cornualles en Inglaterra... ¿coincidencia?
A la vuelta, en la actual casa de Maritza pudimos disfrutar un rico jugo de damasco, que nos alivió aquella calurosa tarde de enero. Conversamos con ellos dándonos cuenta que querían dejar esa etapa de su vida atrás, sin buscar ningún tipo de figuración. Sin embargo, nos dieron todas las facilidades para poder visitar la casa nuevamente y el departamento de El Llano, donde los fenómenos habían comenzado. Pudimos ver también su su biblioteca donde campeaban libros del gran Scott Rogo, junto a delirantes textos de tarot y ciencias ocultas.
Conclusiones preliminares:
- Maritza y su marido distan -a pesar de que CREO que vieron lo que vieron- de ser testigos "vírgenes", ya que poseen una vasta experiencia y bibliografía de ciencias ocultas y demonología. ¿Compraron estos libros para tratar de entender lo que les sucedía, o a consecuencia de estos libros empezaron a malinterpretar estímulos naturales? El eterno dilema del huevo y la gallina.
- La madre de Maritza es una poderosa influencia en sus hijas, y de algún modo siempre las apariciones se han dado con ella cerca. Para la veterana los espectros son pan de cada día, y daría para una investigación aparte.
- El enclave donde está ubicada la villa es Lo Cañas, emplazamiento conocido por ser lugar "maldito", donde ocurrieron hechos de sangre en la revolución de 1891 y donde se han reportado ovnis desde hace mucho tiempo... ¿es Lo Cañas un punto "Solaris"?
- Grande fue mi sorpresa al revisar con detenimiento las fotos tomadas ese día. En una de ellas aparecía dentro del horno de la cocina, mirando coquetamente hacia mí... el famoso perrito fox terrier que maritza decía que aparecía en la antigüa casa. En otra foto se ve un verdadero festival de rostros en una de las ventans de la casa, cuando apunté con el flash hacia uno de los vidros del segundo piso.
¿Por qué no están estas fotos publicadas aquí? Porque por primera vez pierdo por un error de manipulación fotos en mi cámara... ¡El Burlador pues caramba!
- Es mi convencimiento que el lugar es un "enclave Solaris", hay mucha energía ahí, cerca de la precordillera... eso es potenciado por la madre de Maritza que actúa de algún modo como catalizador, fabricando este verdadero espectáculo de abominaciones de toda especie.
Agradezco las atenciones de las que Gianfranco, Andrea y yo, fuimos colmados en casa de esta pareja, que parece estar saliendo de una pesadilla de años. San Miguel Arcangel efectivamente cuide su hogar.
2.- Cementerio Católico III
Equipo: César
El Gonza es el típico periodista de matinal. Con tal de lograr cumplir el jueves en la mañana con la sección paranormal del matinal del canal nacional, le da lo mismo que sea una vieja que amanece con la polución nocturna de un duende todos lo días -cosa que convierte al marido de la señora en un cornudo paranormal- o un cementerio deslavado en la noche, acompañado del experto paranormal de turno, en este caso: yo.
Es así como nos juntamos una calida noche de diciembre en el Cementerio Católico con él, sus asistentes y camarografo, y el celeberrimo viejito demonólogo -gran valor- Hugo Zepeda. Representando al Cementerio Católico, Carmen Retamal, el legendario guardia del camposanto, JT, y quien escribe.
El recorrido empezó mal. El Gonza confundió una estatua con un espectro y corrió gritando un buen trecho en total oscuridad. Segundo intento, nos detenemos en la tumba de un tal Reyes, cuyas rosas de marmol asemejan ajos, por lo cual para Zepeda la conclusión es obvia: Aquí hay un vampiro.
Al JT se le "calienta el hoci" y agrega que el ataúd de Reyes está amarrado con cadenas y que hay un vitral con esqueletos. Gonza y Zepeda entran en paroxismo total. Shit. Mejor me quedo callado, porque veo que Carmen cada vez más ve que la imagen del cementerio se va a las pailas. Es que no sabe que al público de la mañana le gusta el espanto y la maravilla, nada de arte y esas guevás...
Bueno, el resto del recorrido es entretenido; no deja de ser bueno hablar del fantasma de la "señora de negro" en el lugar donde supuestamente aparece... el oportuno JT agrega que al menos hay tres reportes de testigos sobre la aparición de esta guía espectral, no deja de ser interesante.
La joya de la noche la provee JT: En un momento recibe una transmisión de un walkie talkie de otro guardia, aunque no hay voz, solo interferencia. El problema es que no hay otro guardia. Todos están con nosotros en ese momento. ¿Quién se coló en el walkie talkie de JT? Misterio... al fin y al cabo no fue un mal día, o mejor dicho, una mala noche de cementerio.
Cuatro meses después la señora del almacén me dice que me vio en la tele.... tranquilo papá... soy famoso por 15 minutos.
3.- Retorno a la Endemoniada de Huechuraba
Equipo: Patricio, César
Uno de los Gonza boys, la Marijó para ser precisos, me llama de urgencia: no hay historia que contar para este jueves en el matinal. Trajino mi averiado mesocortex tratando de recordar alguna buena historia que se pueda hacer rápido... sin sacar ninguna de las que guardo celosamente para la "guía mágica 2". Recuerdo el caso de Nancy Fuentes, Aka Nancy Urquieta, Aka Nancy Cid. Llamo al Pato para que me acompañe, con mucha dificultad recordaría cómo llegar a la embrujada población Juanita Aguirre, epicentro de hombres pájaro, gargolas y exorcismos.
A las 20:00 en punto llega el móvil de canal nacional, arriba el Gonza y su equipo, un mozalbete en práctica de comunicación audiovisual, un viejo camarógrafo descreído que ha acompañado por años a noteros paranormales en sus delirios y el chofer.
El Pato -por suerte- recuerda con precisión milimétrica el lugar donde queda la población Juanita Aguirre, es más, recuerda hasta el nombre de Astrid, la amiga de una de las hijas de Nancy, que recuerda aún cómo caían gusanos de la nada y cómo la historia de Nancy aterrorizó a toda la villa... nos enteramos de malas noticias: Astrid no está en su casa y el viejo diácono de la época de la capilla San Juan Capistrano, ha fallecido.
No hay masa crítica para armar una historia. Si no reunimos al menos tres testigos no habrá programa. La gente mira extrañada a este singular grupo que se pasea por las calles de la villa encantada. Yo llamo desesperadamente a Raúl y Liliana Nuñez, a ver si me dan datos para ubicar al hombre clave: Osvaldo Muray, aquel viejo periodista que ha transformado Santiago Norte en el nuevo Salem.
Sólo me dan pistas, un mail y un celular que no responde.
Vamos al viejo bar de la pobla, la dueña, desdentada señora entrada en años, recuerda todo, pero nos advierte que los habitantes de la villa han cambiado, y que quedan muy pocos de 1991. Es más, el vecino de Nancy Fuentes, un suboficial Fach, ahora devenido en un manicero llamado el "Cheno" acaba de salir del bar hace quince minutos. Tengo la tentación de ir a buscarlo junto al Pato, pero el Gonza ya está pensando en que ha perdido una hora y aún no tiene su historia armada. Se nota, conozco cómo funciona la tele.
Nos vamos raudos hacia 2007 en la Van del canal nacional. El Gonza piensa en qué historia hará el jueves, algo rápido y sin muchas complicaciones. El Pato piensa en su prueba de mañana. Yo pienso en lo rápido que pasa todo, y que una magnífica historia de demonios y exorcistas pasará a ser leyenda en unos cuantos años, y que fantasía, olvido y realidad quedarán atados y nadie sabrá qué pasó en verdad en Quilicura en el año de 1991.
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